En un mundo acelerado, el campo representa
el nuevo
LUJO
de lo real
Fadrique Álvarez de Toledo, director general de la bodega y almazara Marqués de Valdueza, nos abre las puertas de la finca Perales, donde el futuro vuelve a la raíz.
En un mundo acelerado el campo representa
El nuevo lujo de lo real
Fadrique Álvarez de Toledo, director general de la bodega y almazara Marqués de Valdueza, nos abre las puertas de la finca Perales, donde el futuro vuelve a la raíz.
Por: Noelia Jiménez
Cuando la mañana se despereza en los despachos del centro de Madrid, los olivos de Perales, en el corazón de la tierra extrema y dura, ya llevan horas balanceando sus ramas para despedirse sin nostalgia de un fruto que llenará paladares de sabor a oro.
Estamos a un paso de Mérida, donde las piedras hablan el lenguaje de una civilización que concibió y extendió la grandeza. Y aquí, pisando la tierra, se escucha el latido de nueve siglos de historia de España: es la raíz desde donde hoy lucen las ramas del árbol genealógico de los Álvarez de Toledo, que desde 1624 custodian el título de Marqués de Valdueza, otorgado por Felipe IV a D. Fadrique Álvarez de Toledo y Osorio por, entre otros logros, recuperar Salvador de Bahía para la corona española, que había sido unos meses antes tomada por los holandeses.
Hoy, 400 años después, otro hombre igual llamado defiende con el mismo honor y convicción el respeto por la tierra y el legado de lo auténtico. Toda una historia a la que asomarse desde el sabor de los vinos, aceites, vinagres y mieles de Marqués de Valdueza: "Un vino o un aceite no es solo el contenido que hay en la botella: has de ofrecer calidad en el producto, pero también hacerlo atractivo en el diseño, para que en el lineal transmita su esencia, y además la historia que le da sentido tiene que arropar todo el conjunto", afirma Fadrique.

En el caso de la marca Marqués de Valdueza la historia sois vosotros: hablamos de cinco siglos de España embotellados. En efecto, hablamos de una marca que se cimenta en la realidad, porque existe un hombre, el marqués de Valdueza, que da su nombre a todo este proyecto. Y todo lo que hacemos tiene la esencia de nuestra familia, como refleja nuestra etiqueta: se compone del escudo de los Álvarez de Toledo y del hierro de Valdueza, con su corona simplificada. También aparecen símbolos heráldicos como el ángel, el damero… y, por supuesto, nuestra leyenda: "Tu in ea et ego pro ea", que significa "Tú en ella y yo por ella" y se ha interpretado históricamente como un compromiso firme de nuestra familia con la patria o con la religión, según la época y el contexto.
¿Y de dónde viene "Merula"? Merula es el nombre latino del mirlo, un pájaro que es muy característico de los olivares. Cuando creamos esta segunda marca de aceite para otra línea, de sabor más suave, queríamos también contar la historia del campo y transmitir esa belleza y elegancia que tenemos la fortuna de contemplar en él.
Debutasteis en el mercado con Marqués de Valdueza en 2003. ¿Cómo ha evolucionado en estos más de veinte años? Marqués de Valdueza está presente en 28 países y exporta aproximadamente un 65% de nuestra producción, todo ello con una buena diversificación, que me parece clave para garantizar la sostenibilidad de la propia marca. Estados Unidos y Canadá son quizá los principales países importadores, aunque también son mercados importantes para nosotros Inglaterra, Alemania y últimamente Singapur. Pero, sin duda, el mercado más importante sigue siendo el español, pues supone el 35% de nuestras ventas.
De todos vuestros productos, ¿cuál sería la joya de la corona? Diría que el aceite de oliva, que supone nuestro mayor volumen de ventas, seguido del vino. Después vendrían nuestros dos vinagres, ambos de vino tinto, elaborados a partir de nuestros propios vinos. Uno de ellos es un vinagre de cabernet sauvignon y merlot, envejecido tres años en barricas de roble francés; otro, más nuevo, es un vinagre agridulce balsámico, realizado con un 40% de mosto que se cuece y elabora a mano, artesanalmente, y se envejece doce años, también en barricas de roble francés.
“El respeto por la tierra está en el ADN de Marqués de Valdueza. Nuestro modelo se basa en una agricultura regenerativa y en la protección del ecosistema que nos rodea.”

Presentación de The Wealth Report 2025, Hotel Mandarin Oriental Ritz
¿Los procesos artesanos tienen mucho protagonismo en vuestros sistemas de producción?
Todo ha evolucionado mucho, por suerte, pero contamos con el saber hacer de tres generaciones de encargados que conocen nuestro campo y han hecho suyos nuestros valores: hoy se encarga de nuestros olivos el hijo del anterior encargado, que a su vez también heredó el oficio de su padre.
Siempre digo que la tradición nos enseña el porqué y la innovación, el cómo. Si se mantiene ese diálogo, todo fluye con naturalidad. En Marqués de Valdueza buscamos que cada avance – ya sea en tecnología, sostenibilidad o calidad– respete la esencia que nos define. Solo así el legado se mantiene vivo y con sentido.
Los procesos se han mecanizado y esto ha permitido avanzar en eficiencia y en excelencia. Quizá lo más "artesanal" sea coger la aceituna en el momento exacto: ni antes ni después
¿Y cómo se elige ese momento? Es muy difícil, pero para nosotros es de radical importancia. Por eso cuando se acerca el tiempo de la recogida empezamos a tomar muestras y las evaluamos en función de una serie de parámetros que permiten ver el índice de formación de grasa que se está produciendo dentro de la aceituna. Cuando ese índice se va acercando a nuestro nivel de calidad, cogemos una pequeña cantidad de aceituna, elaboramos algo de aceite en una minialmazara y lo probamos para asegurarnos de que es el momento de iniciar la cosecha.
De algún modo sois alquimistas de la oliva… Tenemos cuatro variedades de aceituna: arbequina, picual, hojiblanca y morisca. Con ellas hacemos lo que podría llamarse coupage o blend, y vamos variando la proporción para que cada año transmita esa personalidad que queremos para nuestro aceite.
¿Qué importancia tiene el respeto por la tierra y la biodiversidad en la forma de trabajar de Marqués de Valdueza? El respeto por la tierra está en el ADN de Marqués de Valdueza. Nuestro modelo se basa en una agricultura regenerativa y en la protección del ecosistema que nos rodea. Entendemos que solo a través de la sostenibilidad –del cuidado del suelo, del agua y de la biodiversidad– podemos garantizar productos de máxima calidad y, al mismo tiempo, contribuir a un futuro más responsable.
Vivimos buscando a toda costa la "sostenibilidad" y, al mismo tiempo, despreciando "lo de siempre", que es lo más sostenible. ¿Cómo se vive esta paradoja?En realidad, muchas de las prácticas que hoy se califican como sostenibles son las que nuestros antepasados ya aplicaban de manera natural: el respeto por los ciclos, el aprovechamiento de los recursos, la ausencia de desperdicio. La verdadera modernidad está en recuperar esa sabiduría y combinarla con la innovación y la tecnología actuales. En Marqués de Valdueza creemos que el futuro pasa por volver a hacer bien lo de siempre. Lo tradicional no es lo opuesto a lo moderno: es su raíz. Si somos capaces de reconciliar la innovación con la experiencia de siglos, encontraremos un equilibrio real entre progreso y respeto por el entorno.
Sois de los pocos "románticos" que siguen pastoreando el ganado vacuno a caballo desde Extremadura hasta Ávila. ¿Por qué mantener la trashumancia cuando todo parece estar en contra y, desde luego, no resulta rentable? Cuando la tuberculosis nos lo permite… es una forma de rendir homenaje a siglos de sabiduría y de respeto por la naturaleza. Es cierto que no es lo más rentable ni lo más fácil, pero representa una manera de entender la vida y el campo: acompasar el ritmo del hombre al de los animales y al de la tierra. En ese recorrido a caballo entre Extremadura y Ávila hay historia, cultura y equilibrio ecológico. Es un privilegio poder conservarlo.
¿Cómo se lleva el paso del mundo financiero, donde todo son números, al campo, donde el negocio depende del clima, o sea, del cielo? Es verdad que en el campo tienes factores clave que escapan totalmente a tu control, pero tiene algo muy satisfactorio: creas un producto tangible, absolutamente real. En cambio, en el mundo financiero trabajas con cifras y en muchas ocasiones no ves el "producto" que estás creando. El sector agrícola no es fácil, pero para mí es una gran satisfacción estar con un importador en cualquiera de los países donde viajamos, acudir a un evento y ver que alguien prueba tu aceite y se le dibuja un gesto de placer en el rostro.
Recuerdo, muy al principio, una feria organizada por un importador que teníamos en Rusia. Era en una discoteca, por la noche, y allí, junto al champán, el marisco… estaba mi botella de aceite. No tenía ni copas para catar, así que me dieron unas copas de champán. La gente era reacia a probar el aceite, pero yo insistía con lo que digo siempre: "Huélelo". Cuando se llevaron las copas a la nariz noté la sorpresa y supe que habíamos pasado el reto.

“El legado de Marqués de Valdueza es una fuente de inspiración. Es formar parte de una historia que va mucho más allá de una marca: es un vínculo familiar con la tierra, con la excelencia y con la autenticidad.”
¿A qué huele el aceite Marqués de Valdueza? A plátano, a hierba recién cortada… a frutas, porque realmente estamos ante un zumo: el aceite no es una grasa sin más, sino un zumo de aceituna que aporta y enriquece todos aquellos alimentos con los que entra en contacto.
¿Qué diferencias encuentras entre el posicionamiento de nuestro vino y de nuestro aceite como marca España, en los mercados internacionales? El aceite de oliva virgen extra (AOVE) de calidad español ya no tiene nada que desmerecer en cuanto a calidad al italiano. En España hemos avanzado mucho, pero todavía queda camino por recorrer en cuanto a enseñanza y formación del consumidor.
¿El origen España ya es un sello de calidad a nivel mundial? Creo que sí. El gran reto es mantener la calidad y la autenticidad en un mercado cada vez más global y competitivo. España cuenta con un patrimonio vitivinícola y oleícola extraordinario, pero a menudo no ha sabido comunicarlo con la fuerza que merece. La oportunidad está precisamente ahí: en contar mejor lo que hacemos, en poner en valor el origen, la sostenibilidad y el trabajo artesano. Tenemos productos excepcionales: solo falta que el mundo los conozca y los reconozca como tales.
Hay un gran potencial en nuestra marca España: hace muchos años, en una feria en Tokio, me sorprendió ver una fila larguísima de japoneses; la recorrí y, cuando llegué al final, me encontré con un cortador de jamón. Todas aquellas decenas de personas estaban esperando un buen rato, pacientemente, para que llegase el momento de ver al cortador y de probar esa joya. Y la apreciaban como tal. Por eso pienso que tenemos mucho camino que recorrer y muchas posibilidades de hacerlo bien.
El consumo de aceite de oliva no llega al 3% del consumo de grasas vegetales en todo el mundo. Esto quiere decir que hay millones de personas que no han oído hablar jamás de nuestro aceite. Si consiguiéramos diseñar una estrategia educacional, con poco que aumentásemos ese índice de consumo del AOVE hablaríamos de unas cifras de venta muy superiores a las actuales.
Y, desde tu punto de vista, ¿en qué puntos clave podrá centrarse esa educación respecto a la cultura del aceite? Tenemos muchos ingredientes: la vertiente culinaria, en cuanto a las propiedades organolépticas del aceite; la vertiente relacionada con la salud: el AOVE combate el colesterol malo, reduce los tóxicos que genera la descomposición molecular cuando se expone a altas temperaturas… y, desde luego, la vertiente relacionada con toda una tradición agrícola que en España es un verdadero pilar cultural.
¿Podríamos hablar del campo como elemento de cohesión de nuestra identidad cultural? Es fundamental. Las ciudades cada vez se parecen más unas a otras, en cuanto a la manera de vivir; donde ves la autenticidad de cada cultura es en los pueblos, en el campo. Las grandes ciudades moldean a sus habitantes, mientras que el campo mantiene el carácter singular.
A menudo identificamos el lujo con aspectos cosmopolitas. Si tuviéramos que circunscribirlo al campo, ¿dónde encontraríamos esos pequeños grandes detalles que son el lujo de la vida? Hoy el lujo se mide en autenticidad y en conexión con el origen. En un mundo acelerado, el campo representa un nuevo lujo: el de lo real.
En un mundo que acelera, ¿cómo se mantiene la paciencia que exige un buen vino o un buen aceite? Vivimos obsesionados con la inmediatez, pero los productos verdaderamente buenos son los que se hacen sin prisa. El vino y el aceite nos recuerdan que la excelencia necesita tiempo, que la naturaleza tiene sus ritmos y que respetarlos es la única manera de obtener algo auténtico. La paciencia, en el fondo, es una forma de elegancia.
El lifestyle español –y muy especialmente el madrileño– es cada vez más apreciado por los inversores internacionales. ¿Qué papel juegan el vino y el aceite en este Spanish way of life? El vino y el aceite de oliva son dos pilares esenciales del estilo de vida español. Representan nuestra forma de entender la mesa, el tiempo y la convivencia. En España, comer y beber bien no es un lujo, es una manera de compartir, de disfrutar y de celebrar la vida. El aceite y el vino son parte de esa cultura del equilibrio y de la calidad que tanto atrae a quien nos visita y que forma parte inseparable de nuestra identidad.
Cada vez hay más personas que buscan experiencias que les devuelvan a la tierra –aceites con historia, vinos con identidad, lugares donde el tiempo tiene otro ritmo–. Es una forma de lujo sostenible, consciente, que celebra la cultura mediterránea y el arte de vivir bien, con raíces y con propósito.

Marqués de Valdueza es sinónimo de historia y tradición. ¿Qué significa para ti ser heredero de una marca con tantos siglos de legado familiar? El legado de Marqués de Valdueza es una fuente de inspiración. Es formar parte de una historia que va mucho más allá de una marca: es un vínculo familiar con la tierra, con la excelencia y con la autenticidad. Es un orgullo y a la vez un compromiso por seguir haciendo las cosas con el mismo rigor y pasión que mis antepasados. A lo largo de los siglos, la familia ha sabido adaptarse a los tiempos sin perder su identidad, basada en la integridad, el servicio y el respeto por la tradición. Esa constancia en los valores es, sin duda, lo que nos ha permitido perdurar.
De entre todos los grandes personajes de vuestro árbol genealógico, ¿cuál es el que más te inspira? Sin duda, el primer marqués de Villanueva de Valdueza, Fadrique Álvarez de Toledo y Osorio. Fue uno de los militares y marinos más importantes de su época, aunque cayó en desgracia por culpa del conde-duque de Olivares. A su muerte, su esposa, Elvira Ponce de León, fue capaz de restituir todos sus bienes y honores.
Más allá de la aristocracia, ¿dónde queda el valor de la nobleza –de ser noble– en nuestra sociedad? La nobleza sigue siendo un valor profundamente actual. En un tiempo que premia la inmediatez y la apariencia, ser noble es actuar con coherencia, cuidar los detalles, pensar en los demás.
Las marcas, las empresas, las personas que aspiran a perdurar comparten esa cualidad: la de hacer las cosas con ética, con respeto y con visión.
La verdadera nobleza hoy consiste en construir con valores lo que el tiempo no podrá borrar.
¿Con qué persona o en qué momento abriría la mejor botella de vino de su colección? La mejor botella no se abre por casualidad: se reserva para un momento que merezca ser recordado. Quizá no importe tanto el lugar como la compañía. La compartiría con personas que aprecien el valor del tiempo, el esfuerzo y la historia que hay detrás de ese vino. Porque un gran vino no celebra un instante: lo trasciende.