ESG
¿Ha llegado su fin?
El que fuera en su día el acrónimo fetiche de las empresas, el término ESG ha ido cayendo en el olvido últimamente. Flora Harley explica por qué ha de volver al foco de atención a este concepto y elabora para ello un nuevo marco de actuación
Por Flora Harley, Head of ESG Research de Knight Frank
Todo a la vez en todas partes no es solo el título de la película ganadora del Oscar 2023 a la Mejor Película, sino también un resumen claro de la situación actual del concepto ESG.
En un reciente artículo de The Wealth Report, Liam Bailey citaba a Hester Peirce, directora de la Comisión de Mercados y Valores de Estados Unidos, quien, en unas declaraciones realizadas allá en 2020, decía del concepto ESG que “es lo suficientemente amplio como para significar cualquier cosa para cualquier persona”.
El término, acuñado en 2005 por Naciones Unidas, tenía inicialmente como finalidad servir de marco para medir procesos y resultados con el fin de promover la transparencia y la responsabilidad y de asegurar, en definitiva, que se alcanza un grado de sostenibilidad equitativo. Pero, en algún momento en el camino, algo se perdió en la traducción.
En un año en el que se han sufrido con creces los impactos del cambio climático a medida que nos adentramos en lo que un estudio ha descrito como un “territorio climático inexplorado”, las consecuencias de esta falta de atención nunca han sido más evidentes. En medio de una creciente politización y una cobertura cada vez más negativa, ¿cómo podemos devolver el interés por los criterios ESG y convencer a los UHNWIs –cuyas acciones causan un impacto desmesurado aunque también están sometidos al más amplio escrutinio– de que pueden marcar la diferencia sin dejar de perseguir sus objetivos de riqueza?
Establecer algunas áreas amplias de actuación –todo lo que empiece por el prefijo “re”, como la REimaginación de los ESG– puede ayudar a dar nueva forma a la teoría y contrarrestar el escepticismo, con una dosis de acción tangible. He aquí cinco que nos sirven para empezar: REducir el consumo de energía, crear más energías REnovables, REutilizar lo que tenemos, REstaurar la naturaleza y REimplicar a las partes interesadas.
Es también importante recordar que no se trata solo de abordar todo, en todas partes y todo a la vez. Como dijo Voltaire, “lo perfecto es enemigo de lo bueno”. La acción, aunque sea gradual, es siempre mejor que la inacción y cuando se combina con otras cosas, se pueden obtener grandes resultados que marquen la diferencia.
Cuidado con la brecha
Reducir emisiones es el hilo de unión de las cinco acciones de renovación de los criterios ESG. Al tiempo que se intensifica el impacto del cambio climático, también crece el foco sobre la brecha de la huella de carbono de la riqueza, provocada por las naciones más prósperas y, sin duda, las personas con mayor riqueza, que tienen un papel mucho mayor en las emisiones que los países en desarrollo, que son los que sufren las mayores consecuencias del cambio climático.
Un informe elaborado por Oxfam y el Instituto del Medio Ambiente de Estocolmo establece que el 1% más rico de la población mundial es responsable de más emisiones que el 66% más pobre. Esta brecha se ve agravada por el hecho de que, si bien los individuos con enorme poder adquisitivo producen ingentes emisiones, pueden huir de los efectos más devastadores del cambio climático gracias a su capacidad de movilidad y de pago.

Las familias acomodadas y grandes patrimonios tienen un compromiso cada vez mayor hacia la responsabilidad medioambiental
Al margen de sus actividades filantrópicas, ¿existe alguna evidencia de que las grandes fortunas estén tratando de modificar sus hábitos y estrechar la brecha? En pocas palabras, sí. De acuerdo con nuestra encuesta Attitudes Survey, casi dos terceras partes de los individuos con enorme poder adquisitivo están tratando de reducir su huella de carbono y una quinta parte están tratando de medirla.
“Las familias acomodadas y grandes patrimonios tienen un compromiso cada vez mayor hacia la responsabilidad medioambiental”, señala Maryann Bell, de Wingspan, una empresa creada para maximizar la unidad familiar, el éxito de la empresa y el impacto societario. Aprecia “cambios en los estilos de vida”, aunque advierte de que esto “requiere voluntad activa”. Los europeos son los más activos, entre los que tres cuartas partes están tratando de reducir sus emisiones, frente a los de Oriente Medio, que son los menos comprometidos, con un 58% que pretenden reducir sus emisiones.
Cambiar de estilo de vida Así pues, ¿qué medidas están adoptando realmente los UHNWIs? Veamos primero el transporte: el 40% de los individuos con enorme poder adquisitivo están pasándose a los vehículos eléctricos (EV). La Agencia Internacional de la Energía (IEA) predice una tasa de crecimiento anual del 36% para los EV, y esta rápida adopción afectará a los propietarios de inmuebles y a los inversores, ya que cada vez están más solicitados los centros de recarga en las cercanías de viviendas, oficinas y establecimientos comerciales.
Pero no todo el transporte está cambiando de igual modo: solo el 10% de los UHNWIs planea reducir los viajes en avión, y solo el 14% tiene intención de reducir el uso de sus aviones privados. “Este es el cambio más difícil, por su componente de eficiencia e inversión de tiempo”, observa Bell. “Pero cada vez se está hablando más sobre compensar esos viajes”. El cambio a nivel industrial también está en marcha y en noviembre de 2023 despegó el primer vuelo transatlántico que utilizaba combustible de aviación sostenible.
Las decisiones de inversión y las operaciones empresariales se consideran cada vez más herramientas para la reducción de emisiones y, así, alrededor de una cuarta parte de las grandes fortunas seleccionan posibles inversiones teniendo en cuenta los factores ESG. Una mayor aplicación de los criterios ESG para la selección de inversiones podría significar que se destina más capital a actividades sostenibles y se ejerce una mayor vigilancia sobre el impacto de las empresas en el planeta. Como reflejo de esta tendencia, el 30% de los individuos con enorme poder adquisitivo están reduciendo la huella de carbono de sus operaciones empresariales. Si bien las empresas familiares no suelen requerir capital externo y, por tanto, están sujetas a una menor obligación de transparencia, también en este caso los criterios ESG pueden ser críticos para la actividad empresarial. “Las empresas familiares encarnan y comparten valores de familia”, asegura Bell. “La responsabilidad medioambiental y social se encuentra entre los principios que más atención reciben, y se reconoce y transmite como parte de esos valores”.

Dos de las tres acciones más importantes para la reducción de emisiones son mejorar la eficiencia energética de hogares e inversiones inmobiliarias. De cara al futuro, podemos esperar que se preste más atención a los elementos externos del estilo de vida y a la brecha de carbono que producen los más acomodados. En un mundo digital más transparente, Bell señala que “no hay donde esconderse”. La acción –o la falta de ella– es cada vez más visible y la responsabilidad más amplia. También lo podemos ver reflejado en el ámbito político: en enero, el grupo de Jóvenes Socialistas de Suiza recogió firmas para someter a votación nacional la propuesta de un nuevo impuesto sobre los grandes patrimonios para hacer frente a los costes del cambio climático.
Las personas con más poder adquisitivo tendrán que establecer sus objetivos de sostenibilidad, impulsados por las generaciones más jóvenes, e introducir ajustes en todos los aspectos de su vida para alcanzarlos. Como afirma Bell, “cada vez es más frecuente en la conversación y, aunque es posible que no sean tan buenos como podrían, lo están intentando y están tomando decisiones activas”.