EL BUEN INTERIOR
El uso del color y la iluminación tenue, la no decoración y la imperfección del nuevo estilo Mediterráneo son algunas claves del interiorismo actual
Los interiores de Patricia Bustos siempre tienen una visión onírica y sensorial y también juegan y revierten los códigos de otros estilos, como el Mediterráneo. Foto: Manolo Yllera
Por Enric Pastor, director de MANERA Magazine
En estos últimos años todos hemos cambiado, y el interiorismo también: ahora hay una nueva manera de disfrutar las casas. Nuestra cultura y estilo de vida española, mediterránea al igual que la dieta, han empezado a valorar el lujo de manera distinta, no con la suntuosidad y el brillo dorado de antaño, sino de una forma más consciente y sensorial. Aunque el diseño y los materiales excelentes siguen siendo esenciales para lograr un confort más elevado, ahora se suma el bienestar traducido en espacios y objetos más artesanales, perdurables y respetuosos con el planeta, esa casa grande que también habitamos.
Color y humor en decoración no están reñidos con la elegancia y la sofisticación. Son dos criterios que, bien engarzados en un interior, en un mueble o en una tela, pueden dar tantas alegrías como personalidad a una casa. Una vivienda perfecta debería ser como una buena conversación con un amigo: por momentos profunda y sincera, en otros se remata afortunadamente con una carcajada. La vida, las casas, son así.
Por eso nos atraen los interiores con colores llamativos, como la portada de MANERA Magazine, la revista que tengo el placer de editar junto a un excelente grupo de profesionales, en la que elegimos un salón que apostaba todo al rojo. Es una casa proyectada por Alex March. Su dueño, un creativo latinoamericano, le pidió un “proyecto loco” y el interiorista respondió cubriendo paredes y techo del salón con un reluciente carmesí que extendió hasta las cortinas. ¿Es elegante? Por supuesto. ¿Contenido? Nadie lo diría. Sí es certero, valiente y capaz de levantar el ánimo. Juzguen ustedes.

La no decoración
“Pasar sin que se note que has pasado”, es la gran frase con la que definía su trabajo el histórico decorador Duarte Pinto Coelho, uno de los pioneros del diseño en la España de los años 70, parte de esa generación de interioristas primerizos (junto a Jaime Parladé, Paco Muñoz y Fernando Benjumea), que huían de entrevistas en revistas porque preferían que hablaran sus casas y sus mezclas de telas, antigüedades y buen gusto. Contestaban con fotografías de sus proyectos, pocas veces con palabras.
Pasar sin que se note es lo que siguen ambicionando hoy muchos proyectos de decoración, lograr espacios que hablen de sus habitantes y no de los interioristas, al igual que hacían con sus clientes aquellos emergentes decoradores del siglo XX, ambientes con escala humana, personalidad y algo de informalismo, ya que una decoración algo despeinada siempre ayuda a encontrar ese punto vivido y familiar que todos buscamos.
La decoradora Beatriz Silveira puso en práctica su ecléctica visión para componer un salón equilibrado en tonos blancos donde el ritmo lo ponen las formas curvas y las texturas. Foto: Manolo Yllera
"Color y humor en decoración no están reñidos con la elegancia y la sofisticación"
Siempre Mediterráneo
Mi estética favorita desde siempre es la mediterránea. Será porque pude vivirla desde pequeño en mi Valencia natal, y cuando la veo aplicada con aires nuevos al diseño, al interiorismo y la arquitectura, la sigo reconociendo. La veo en las paredes de cal o estuco, tan actuales hoy, en los suelos de terracota, los arcos de medio punto en puertas y ventanas y en los toques imperfectos de muebles, lámparas o vajillas. No ha pasado de moda, y en los nuevos diseños reconozco los detalles que hubo siempre en las cosas buenas que, aunque renovadas y mejoradas, siguen sirviendo hoy al mismo propósito: hacernos sentir a gusto en nuestros espacios sociales o privados.
Esta casa encierra el concepto “Desierto” en su decoración. La interiorista María Teresa García se inspiró en los paisajes desérticos de Almería y en sus colores para componer su propio apartamento. Foto: Pablo Zamora


Molduras en techos y paredes, carpinterías de madera y muebles suaves. Tristán Domecq abrazó el ornamento clásico en este proyecto en Madrid, que juega con una iluminación estudiada. Foto: Manolo Yllera
Luz tenue
Decía el escritor Junichirô Tanizaki en su ensayo El elogio de la sombra de 1933 que la estética tradicional japonesa considera esencial captar el enigma de la penumbra. Si en Occidente no entendemos la belleza sin la luz (ahí están los pintores europeos de todos los siglos para corroborarlo), Tanizaki describe con asombrosa elegancia y sencillez cómo los nipones se emocionan entre tinieblas con el reflejo velado del pan de oro o el brillo mortecino de un biombo lacado.
Últimamente hay muchos interiores que plasman perfectamente su reflexión, poniendo en valor la magia de la luz difusa y la valiosa pátina wabi-sabi que se logra al alumbrar los espacios con una certera dosis de oscuridad. Son proyectos que ensalzan lo tenue, el contraluz, la sutileza frente al brillo inocuo de metales y mármoles pulidos. Anteponen el danzante fuego de las velas a la fría irradiación de las cristaleras, apagan los halógenos refulgentes en favor de la llama velada de las lámparas bajas. Ya lo advertía en su época el pensador Tanizaki, temeroso y nostálgico al ver que la llegada de la luz eléctrica a los interiores acabaría disipando ese mágico universo de sombras.
Casi hemos olvidado el poder de la buena oscuridad. Tendemos a sobre iluminar o a disimular los espacios sin luz natural. Al aplicar la sombra, las sensaciones que se perciben llegan por otros sentidos. La fascinación por lo opaco vuelve a encenderse.
Sobre lo moderno
Cuando veo un interior innovador, un mueble de vanguardia o una tela recién salida del taller, pienso en una certera afirmación del irlandés más inteligente (Oscar Wilde), pronunciada en una de sus sabias conferencias a estudiantes de arte: “Toda buena obra parece perfectamente moderna: una pieza de escultura griega, un retrato de Velázquez siempre son modernos, siempre son de nuestro tiempo”.
¿Cuántas obras creadas hoy nos sobrevivirán y serán rescatadas 50 años más tarde en versión vintage por las próximas generaciones? Es un misterio. Al igual que saber cuáles hablarán mejor de nosotros y de nuestro tiempo y darán claves a los arqueólogos del futuro. Esas que tendrán sustancia suficiente y serán veneradas en los museos y los libros del futuro como revolucionarias, el antes y después en confort o en innovación tecnológica. Las que se miden en profundos conceptos y no en likes de una red social.
No hay nada que envejezca más y peor que asignar la etiqueta de moderno a un objeto, mueble o estilo. Al igual que sostenía Wilde, únicamente lo bueno sigue vigente.

Buenas tapicerías, alfombras extra grandes y muebles de suaves curvas, el nuevo lujo sensorial en un proyecto en Madrid de la interiorista Alejandra Pombo. Foto: Manolo Yllera